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La película comienza con una incertidumbre superficial que luego se va profundizando. El film presenta su relato deslizándose de una inquietud a otra, de una omisión a otra. A diferencia del Ave Fénix que renace con toda su gloria, Nelly resurge en las ruinas de la Alemania de 1945. Desde un rostro completamente desfigurado a uno que no es el suyo, el personaje interpretado por Nina Hoss busca una identidad, busca cómo fusionar su pasado con su presente. Nelly es una cantante capturada por los nazis y dada por muerta en un campo de concentración. Lene Winter, una amiga del pasado, la rescata llevándola a Berlín para una reconstrucción facial mientras, además, la intenta convencer de escapar de esa Alemania todavía no recuperada. 

 

Nelly reconstruye de a poco sus inquietudes acerca de su identidad, como si a lo largo de todo el film cada ceniza comenzara a formar una nueva mujer, cenizas del pasado lejano antes de ser capturada por los nazis, el cercano vivido en los campos de concentración y el presente que intenta renacer de todo aquello. Un film donde hasta el último minuto es conformado solamente por pasado y presente, todavía es muy pronto para pensar en un futuro, ni la propia Alemania puede hacerlo.

Los consejos de Lene Winter (Nina Kunzendorf) son omitidos por Nelly con el fin de reencontrarse con Johnny, su marido. Así el personaje principal del film permanece en Alemania, evita huir de su pasado, recorre noches, bares y callejones. En una de esas noches encuentra a su marido transformado en un hombre venido a menos, descuidado. Él no la reconoce y ella no revela su identidad real. De esta manera, Johnny le propone un plan casi sin pensar (como si la estuviese esperando) a su mujer, sin saberlo, que aprenda a ser ella, ella misma, para poder cobrar una herencia que solamente Nelly podría recibir. Ella sigue su juego, finge aprender su propia letra, su propia firma, comienza a utilizar su ropa, se tiñe el pelo como ella misma, se pinta sus labios. Parece que de esta manera intenta desintoxicarse de las cicatrices adquiridas en el campo de concentración y comienza a dejar de lado esa caminata tímida, débil y azarosa del comienzo del film. Así, fingiendo y reaprendiendo a ser ella misma, intenta descifrar sus dudas y reconstruir no sólo su persona sino conocer a su marido, quien probablemente fue el que la delató frente a los opresores.

 

Las escenas de ruinas, espacios cerrados y nocturnos comienzan a despejarse en paisajes abiertos y luminosos con el correr de los 98 minutos de película. Algunas dudas se disuelven como la oscuridad mientras que otras se mantienen encriptadas; las ojeras del personaje principal se mantienen durante toda la película, como si fueran cicatrices imborrables del campo de concentración. ¿Es acaso posible resolver el misterio de una sospecha de traición? ¿Logra Nelly construir un futuro o se mantiene en el pasado y presente de manera continua?

 

La película resalta, de un tema excesivamente contado, una vertiente nueva, un problema identitario novedoso para los relatos de la Segunda Guerra Mundial. Ave Fénix logra anular las escenas clichés de bicicletas de la época y trata el tema de la guerra desde la perspectiva de una sobreviviente y su relación con su marido. Chistian Petzold demuestra que todavía puede haber novedad en el arte del cine, perspectivas diferentes, perfiles psicológicos nuevos en un mismo tema.

 

Florencia Natalia Carrasco

Pasado presente y...

Ave Fénix, dirigida por Chistian Petzold. Con Nina Hoss, Ronald Zehrfeld y Nina Kunzendorf.

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